Para los mapuches la placenta -cudiñ- poseía poderes mágicos negativos. Por ejemplo dicen que arrojada en un campo de cultivo lo tornará estéril, especialmente cuando se hace durante una noche con luna llena.
Debido a este supuesto poder los mapuches cuando encuentran un animal parturiento esperan que expulse la placenta para enterrarla profundamente, y así evitar que algún enemigo personal la utilice para convertir su campo de cultivo en un terreno árido.
Es de suponer que esta creencia se basa en la analogia de la esterilidad natural durante el periodo de lactación de todas las hembras de mamíferos (mamalia). Recordemos también que la placenta es comida por muchos animales, inclusive herbívoros, después del parto.
El hecho de comerse la placenta (cosa que también hacen las mujeres esquimales) es altamente beneficioso para la "puerpera" sea de la especie que sea, puesto que la placenta es una fuente muy rica de estrógenos y progesterona, (hormonas femeninas). En primer lugar colaboran para que la posibilidad de hemorragias post-parto se reduzca, ya que el estrógeno sensibiliza al miometrio (musculo uterino) para que se contraiga bajo los efectos de la occitocina (hormona hipofisaria cuya función es hacer que el utero se contraiga, especialmente durante el parto. Durante el periodo de post-parto la contracción uterina evita la pérdida de sangre en la superficie cruenta que dejó la placenta al desprenderse).
Por otro lado la progesterona es la hormona que estimula la proliferación del endometrio (mucosa uterina) con lo que se acelera la cicatrización del sitio de implantación placentaria y además estimula la proliferación de los acinos de la glandula mamaria (causa por la cual aumenta su volumen durante la preñez) y durante la lactancia progesterona + prolactina (hipofisaria) estimulan la producción de leche.
Para redondear el tema, aunque nos apartemos un poco de CUDI
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