Ceremonia fúnebre del velorio y entierro que se celebra en un ambiente de magia y misterio con un exceso de conjuros, evocaciones e invocaciones.
Muerto un hombre de la tribu, el cadáver es colocado en una parrilla hecha con palos delgados y resistentes en el centro del interior de la ruca y expuesto prontamente a una fumigación de yuyos.
Mientras tanto los aborigenes van colocando al lado del muerto carne asada, algunas ollas con comida, etc., ceremonia que antiguamente duraba airededor de tres meses pues era el tiempo necesario para obtener chicha fresca para el consumo; hasta ser de sólo cuatro días, con la variante de colocar al alcance de la mano del muerto varios cantaritos de barro con muday. (Muday es una chicha que se obtiene del grano de maíz previamente hervido, de tenor alcohólico moderado.
La llaman mudaihua y su elaboracion implica una semana de tiempo, presentandose como un jarabe lechoso. Además de emplearla para agasajar a las visitas, la dan a beber a los enfermos por su condicion de tonificante nutritivo)
Durante ese plazo algunos parientes se imponían la tarea de caminar sin pausa por el campo, llevando cada uno una espada de madera y deteniéndose de improviso para tirar puntazos al aire simulando matar al calcu, supuesto autor del fallecimiento, a los gritos de ¡ay! ¡ay! ¡ay!
Luego retiraban al muerto ya mal oliente del recinto y se formaban dos bandos, dando comienzo a una cháchara en términos incomprensibles y por un momento prolongado.
Cuando finalmente silenciaban, uno de los circunstantes se dirigía al más caracterizado de los parientes presentes y recordaba en voz alta que se habia enterado del fallecimiento y que viajando desde muy lejos, pudo llegar hasta alli para despedir y reverenciar al amigo. Esta improvisación era repetida por turno por todos los presentes y diciendo casi literalmente las mismas frases, mientras los otros coreaban de vez en cuando con un ¡eh! ¡eh! ¡eh!
Como se seguía bebiendo comenzaban a sentirse los efectos alcohólicos y se formulaban y atribuían malamente acusaciones de ser el causante de la desgracia, finalizando este acto con una gresca descomunal e inclusive con un nuevo muerto.
Calmados los árnimos tomaban las disposiciones Para llevar al finado al cementerio. Lo colocaban sobre un rústico camastro y poniendo al lado del cuerpo yacente un gallo y una gallina recién sacrificados, aguardiente, muday y carne, porque de acuerdo a su creencia, tales cosas no hay en el Paraiso.
Finalmente el cuerpo era depositado en un huampu {canoa) chico, al que cubrian con otro mayor, liándolo para evitar que se destape.
En algunos casos completaban esta ceremonia ultimando de una puñalada al caballo preferido del fallecido, al que previamente le quebraban una mano para obligarlo a que en la otra vida se arrastrara al lado de su amo. Incluían también el sacrificio de un perro negro que serviría de guia en los intrincados caminos del más allá...
Lo relatado pertenece al pasado. Actualmente salvo algunos que persisten entre los aborigenes, los entierros se realizan sin todas estas ceremonias.
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