Pero la belleza de la joven había despertado la codicia de Capiberá, quien aprovechando un día de ausencia del esposo, la raptó llevándosela atada en una piragua.
Perseguido por Biguá, fue alcanzado y muerto. Su desesperación no tuvo límites cuando vio que su compañera había desaparecido.
Buscóla por todas partes en el río, en la selva, pero sólo el eco devolvía el angustioso llamado.
Vencido al fin se arrojó a las aguas del Miriñay porque sospechó que allí habría perecido la hermosa Yerutí.
Al poco tiempo vieron sus hermanos de la tribu que un ave de plumas negras volaba insistentemente sobre la choza en la que habían morado los desdichados amantes, se internaba en la selva y se arrojaba en el inquieto Miriñay.
Consultado el hechicero, dijo que era Mbiguá transformado en ave que seguía buscado a su dulce compañera.
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