Es dado comprobar cómo en las sociedades de todos los tiempos, los mayores han apelado a la fabulación para que, de un modo sencillo, como es el relato oral, se transmitan determinados valores o enseñanzas. Este recurso propio de los europeos de los primeros tiempos y en la actualidad en sectores sociales con menor desarrollo intelectual, también se verifica en nuestra América, sobre todo en grupos rurales o ciudades embrionarias. Así para los urbanos habitantes el viejo de la bolsa es un pretexto para impedir a los jóvenes permanecer levantados durante la siesta o el crepúsculo. El modernismo habla de cuidar el equilibrio ecológico, y preservar las especies en vías de extinción. Los aborígenes ya cuidaban el detalle de evitar la caza indiscriminada, atemorizando a los cazadores, utilizando el tabú o fabulando duendes que todavía tienen vigencia. Creo personalmente, que ése es el origen de las fabulaciones acerca del curupí, ukumar, sachayoj antiguos, etc. y el dueño de los animales y peces de estos tiempos.
Personalmente escuché relatos de cazadores que erraban disparos a distancias para ellos infalibles, o de persecuciones de extraños animales, o de pescadores que tuvieron lidias con enormes peces, de comportamiento extraño. ¿Será que subyace en la memoria colectiva desde tiempos remotos la precaución de evitar depredar, o simplemente es un secreto mecanismo de la conciencia que dispara sentimientos de culpas por acciones irracionales, produciendo visiones o sugestiones cuyas creaciones son los duendes rectores de esa actividad? Lo cierto es que todos, secretamente, temen un encuentro con el dueño de los guazunchos, o de los peces, etc.
En todo el nordeste se habla del Ucumar con la misma propiedad que lo hacen en otras latitudes, los transeúntes de apartados lugares. Nadie puede describir con exactitud las apariciones. Solo dan datos amorfos de los espantos que le asustan. Para la generalidad de nuestros paisanos el Ucumar es un hombre-oso, o simplemente un oso de grandes proporciones con algunos rasgos humanos. Dicen, que emite un gemido tan fuerte y cortante que hiela la sangre, o en otras ocasiones imita la voz humana. Cuando los cazadores escuchan una voz que los llama desde lo profundo de los montes, evitan dirigirse hacia allí. Es que Ucumar llama a los desaprensivos para internarlos en la espesura y perderlos. Escuché de mi padre, un migrante de Santiago del Estero, cuando residía en la zona de Los Frentones, contar con preocupación, haber escuchado el llamado, desde lo profundo del bosque, de una voz que le era familiar, pero no conseguía deducir a quién pertenecía, que lo llamaba y, ante su concurrencia, la voz se escuchaba cada vez más lejos, adentrándose en el monte.
En algunos lugares se asocia a Ucumar con el sexo. Dicen que se dedica a raptar jóvenes vírgenes, para aparearse y procrear. Entonces las madres de muchachas montaraces le recomiendan no escuchar el llamado y también no internarse solas monte adentro. Quizá estas fabulaciones respondan a un sentimiento de lujuria propias de aquellos seres expuestos a fuertes estímulos de su sexualidad, tan poco satisfecha. La señora Berta Elena Vidal de Battini recogió una versión en la Provincia de Formosa donde le cuentan que una mujer joven suele llamar a los mancebos, internarlos en el monte, aparearse para procrear y luego perderlos. En las zonas montañosas dicen que Ucumar se baña en los arroyos. Cuando termina la ceremonia deja las huellas de sus pisadas, que al advertirlas provoca miedo en los solitarios caminantes.
Ucumar o Ucumarí, significa
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