El hombre de campo vive con relativa tranquilidad su existencia diaria. Lejos está de la alineación de los tiempos escasos, de los ruidos ensordecedores, del apresuramiento cotidiano y de las tentaciones inteligentemente expuestas por los mercaderes de la sociedad de consumo. Su relación con el medio es mucho más intensa, más íntima si se quiere. Dispone de tiempo para observar la naturaleza, para conocer sus secretos, hasta para predecirla. Es por eso quizá que haya desarrollado una serie de técnicas para interpretar signos que cree le envía ésta, para su comprensión y convivencia. Así entonces, nuestro hombre de campo, al que llamo
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